El Día Nacional de la Conciencia Ambiental fue declarado por ley en 1995 en memoria de las personas fallecidas como consecuencia de un escape de gas cianhídrico ocurrido en la ciudad de Avellaneda el 27 de septiembre de 1993. Conmemorar esta fecha nos invita a cuestionarnos sobre los vínculos que tenemos (como sociedad) con la naturaleza y preguntarnos cómo podemos asumir compromisos que contribuyan a resolver los problemas ambientales de los que a diario somos parte. En este sentido, la conciencia ambiental puede enriquecer los procesos de participación ciudadana y la toma de decisiones.
La educación ambiental constituye un pilar fundamental para que se fomenten procesos principalmente de abajo hacia arriba, de mayor demanda e intervención de las poblaciones en los procesos participativos y mayores grados de compromiso ambiental que contribuyan a la generación de políticas de desarrollo que puedan tener fuerte incidencia local. Problemáticas como el cambio climático, la contaminación, o la extinción de especies son temas que han llamado la atención de la comunidad internacional y han aumentado la preocupación de los ciudadanos. Sin embargo, estos problemas de escala global, parecieran estar alejados de las preocupaciones diarias de la población, aunque han permitido tomar conciencia de nuestros impactos, despertado preocupación y haciéndonos reflexionar sobre la necesidad de actuar en consecuencia.
Este 2019 en los meses de julio y agosto se efectuó una pasantía doctoral entre el IAMRA (UNdeC) y el IHAM (Instituto del Hábitat y del Ambiente de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad de Mar del Plata) que posibilitó articular y complementar técnicas participativas específicas en el marco del proyecto “Identificación de acciones para el desarrollo local de comunidades rurales del Valle Antinaco-Los Colorados”. El propósito de esta instancia fue explorar algunos aspectos relacionados a la conciencia ambiental en la escala local, en una comunidad rural del Valle. En especial, se trabajó en entender cómo la población valora las contribuciones de los ecosistemas que los rodean sobre su bienestar, lo que en el ámbito científico se suele conocer como valoración sociocultural de los servicios ecosistémicos. De esta experiencia se advierte la valoración de una amplia cantidad de servicios, tanto tangibles, pero especialmente intangibles como ser los símbolos y sitios naturales que los identifica con su cultura, su educación y que también tienen una gran importancia espiritual y religiosa; además de otros servicios que finalmente terminan impactando de manera positiva sobre la salud, la seguridad o la felicidad de las personas.
Entendiendo que el desarrollo se materializa en los territorios, las propuestas que puedan surgir deben enfocarse necesariamente en alternativas que le permitan a la comunidad gestionar sus recursos naturales sin perder los múltiples beneficios que le brinda el ecosistema del cual forman parte. En este sentido, la conciencia ambiental será una herramienta fundamental que contribuirá a gestionar estrategias de desarrollo en armonía con la naturaleza y así, contribuir a construir escenarios sustentables.
Lic. Camila Magalí Mujica
Becaria Doctoral CONICET (IHAM, FAUD, UNMdP) y Pasante Doctoral (IAMRA)
Invitada por el Instituto de Ambiente y Regiones Áridas (IAMRA)
Universidad Nacional de Chilecito (UNdeC)
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