Según el Programa de Conservación del Cóndor Andino (PCCA) “el Cóndor Andino (Vultur gryphus), es el ave voladora más grande del mundo, mide 1,20 m de altura y 3 m de envergadura alar, llegando a pesar 12 kg. El cóndor se distribuye en América del Sur desde Venezuela hasta Tierra del Fuego e Islas de Los Estados en Argentina, a lo largo y ancho de la Cordillera, hasta alturas de 7.400 m.s.n.m (Beltrán, 1992; Chebez, et al 1994; Del Hoyo, et al 1994; Jácome, 1996b). Actualmente la especie está listada en CITES (Convención Internacional para el Tráfico de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) en el Apéndice I, que es el nivel más alto de amenaza reconocido, declarado en peligro de extinción por la USFWS (Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos).” Dadas estas circunstancias, la mortalidad causada por el ser humano es de gran importancia y genera un gran impacto en el equilibrio ecológico del ecosistema andino. Pero, gracias al PCCA y grupos que poseen los mismos objetivos, se trabaja para revalorizar la existencia del Cóndor y concientizar sobre la importancia de su rol en el ecosistema.
Entre las causas que explican este progresivo panorama, se puede mencionar a una leyenda urbana que existe en muchos pueblos de montaña, donde se considera al cóndor un animal que ataca al ganado para comer, cuando en realidad, es carroñero.
Por este motivo, en abril de este año, un equipo de trabajo de la Universidad Nacional de Chilecito, decidió comenzar con el proyecto de extensión “Revalorización del  Cóndor andino por su rol ecológico y como patrimonio cultural en la comunidad de Guanchín,  Chilecito, La Rioja”.
Guanchín es un pequeño distrito rural que se encuentra a 18 km. de la cabecera departamental. Llegar a este lugar es conectarse con la naturaleza y descubrir en cada tramo la esencia de lugares únicos donde el aire es puro y sus cerros, y quebradas de colores se unen al azul del cielo. Con 284 habitantes (INDEC 2010), su actividad económica se basa en cultivo de nogales y frutales, como castañas, membrillos, duraznos y ciruelas. Además existen pequeños productores de vacas y cabras.
Dentro de sus aves, es común observar grandes cóndores, aguiluchos y el águila blanca. Además de perdices y martinetas copetonas.
A partir de un relevamiento con encuestas, el equipo de trabajo realizó actividades de concientización sobre la representación del cóndor con niños y jóvenes de la Escuela N° 106 “María L. de Silvano”, luego con los pobladores y pequeños productores de ganado.
En esta entrevista, nos cuentan los porque del  inicio de este proyecto, cuál es la situación en Guanchín y cuáles son las soluciones planteadas a futuro:    
¿Cómo surge este proyecto?

Varios biólogos y estudiantes de Biología de la UNdeC, formamos el Club de Observadores de Aves (COA Chilecito). Desde allí se realizan diferentes actividades, como observar las aves locales y clasificarlas, hacer trabajos de concientización en las escuelas de las zonas rurales para comunicar la importancia de las aves en sus árboles, entre otras. En el año 2014, se encontró en Santa Florentina una hembra de cóndor, a quien bautizamos Chaya, en mal estado de salud y envenenada. Cada vez que ocurren estas situaciones se tiene que cumplir el protocolo del Programa de Conservación del Cóndor Andino, que aplica Gendarmería Nacional. Cuando se encuentra un cóndor Gendarmería lo tiene, si está en condiciones se lo envía a la provincia de Buenos Aires para su observación. Si el animal tiene que recibir atención veterinaria convocan al COA Chilecito para realizar los primeros auxilios y recién ahí se lo envía a Buenos Aires. Luego, siguiendo con el protocolo, nos tocó hacer la liberación de Chaya en el distrito de Guanchín. Por lo cual, tuvimos que realizar una campaña de concientización antes. Cuando hicimos la campaña, toda la gente que no conocía mucho del cóndor estaba muy interesada por el acontecimiento, pero la gente de la localidad, estaba enojada y no quería que dejemos en libertad a este animal. Entonces ahí, nos encontramos con esta cuestión cultural, que está muy arraigada en los pueblos de montaña, de que el cóndor es un animal dañino. Esa cuestión se contrapone a la idea de conservación de la especie porque es un animal que está en peligro de extinción.

Cuando nos encontramos con esa realidad, pensamos en que había que investigar un poco más y entender porque los habitantes de Guanchín rechazaban al cóndor y pensamos en armar este proyecto e invitar a participar a diferentes profesionales y estudiantes de la UNdeC, conformando un equipo interdisciplinario para abordar temáticas como educación ambiental, biología del animal, arqueología (para rescatar y destacar lo que significó el cóndor para las poblaciones originarias), turismo, etc.

Además, también tenemos el apoyo externo de las personas que trabajan en el Programa de Conservación del Cóndor Andino y de una bióloga de San Juan que está terminando su tesis de Doctorado, sobre el comportamiento del cóndor.

¿Por qué razones se ve al cóndor como un animal peligroso?

Existe una leyenda urbana de que el cóndor se come a las crías de las vacas y cabras cuando nacen. Según los relatos, su modus operandi es aterrador: el cóndor aparece volando y con su gran pico ataca en los ojos, lengua o cola de la cría. Luego, la levanta con sus garras y se las lleva volando.

Todos dicen lo que el cóndor hace, pero nadie lo ha visto, por eso decimos que es una leyenda urbana.  

El cóndor es un animal carroñero, esto quiere decir que se alimenta de cadáveres de animales sin haberlos cazado. Los carroñeros son útiles para el ecosistema porque ayudan a eliminar restos orgánicos y contribuir a su reciclaje. El cóndor posee patas plantares y no tienen la fuerza para levantar a otros animales. Lo que sí puede ser posible, es que en época de parición estén muy atentos por el olor de la sangre que es de gran atractivo para el animal. También es posible, y esto siguiendo los estudios de la Lic. Vanesa Astore, Bióloga de San Juan, en muchas ocasiones, los animales en la montaña no son cuidadosos con sus crías, entonces cuando paren se van. Y si esta nace con algún problema, recién ahí ataca el cóndor. Entonces la gente no ve esa diferencia. Por otra parte, no existen pruebas de que el ataque sea como lo describe la leyenda urbana. Finalmente, y esto no tiene que ver con la biología, sino con la viveza humana, existe mucho cuatrerismo (robo de ganado en cualquier campo argentino) y desaparecen los animales, siendo el culpable el cóndor.

¿Qué actividades desarrollaron?

En primer lugar decidimos trabajar con los niños y jóvenes de la Escuela Nº 106 “María L. de Silvano” de Guanchín, luego con el pueblo y los productores. En la escuela realizamos entrevistas y preguntamos qué idea tenían del cóndor y si podían distinguirlo en el cielo. Después, repartimos hojas y lápices para que dibujaran al anIMG_0081imal y ver como lo representaban. También hablamos del cóndor desde las materias que los chicos cursan, como por ejemplo: Formación Ética y Ciudadana, vimos las leyes del medio ambiente, en biología la parte biológica del cóndor, en historia, lo relacionamos con la creencia de los pueblos originarios y en Geografía salimos a recorrer el hábitat del animal.

Después hicimos entrevistas y encuestas a la gente mayor, para tener una idea de sus percepciones acerca del cóndor. Los datos de las mismas están en proceso, pero en los resultados preliminares, la mayoría no lo ve con buenos ojos. También preguntamos si ven a Guanchín, en un futuro, como un mirador natural de cóndores. La gente cree que sí, pero está muy fuerte la idea de que el cóndor es un problema para los productores.

¿Cuáles son las soluciones que se piensan a futuro?

Estamos convencidos de que la riqueza de este proyecto es acercarnos a las personas de Guanchín para establecer un diálogo de saberes06, porque nosotros desde la ciencia tendemos a ser esquemáticos. Por eso la idea es que este proyecto se nutra de otras visiones, otras perspectivas y mantener una apertura y saber interpretar las representaciones que la gente tiene del cóndor como un animal dañino, sin evadir. En este caso hay un problema que tiene dos caras: para nosotros es importante preservar la existencia del cóndor por encontrarse en peligro de extinción, pero para ellos implica otro problema con características diferentes en su existencia diaria. Entonces tenemos que saber negociar nuestras representaciones y las de los pobladores. Y si eso es lo que pasa, o lo que ellos creen que pasa, debemos ir por ahí para brindar soluciones y ver cuáles son las propuestas que tenemos que llevar a esa comunidad.

Creemos que vamos por buen camino porque hemos empezado a trabajar con los más chiquitos. A pesar de tener una mala imagen, creen que es un animal importante y que puede atraer al turismo. Por otra parte, cuando le preguntamos a los adultos si el cóndor podría ser un recurso para atraer turismo, también responden que sí, a pesar de tener una percepción negativa.

En Guanchín, naturalmente hay un punto donde se puede ver grupos de cóndores volando cerquita. Por eso, con los chicos del secundario tenemos pensado salir a ver un lugar de la zona donde podamos realizar un posible mirador, y darles algunas herramientas sobre turismo y aprovechar la orientación en turismo que la Escuela ofrece.

Por otro lado, con los niños vamos a pintar un mural con cóndores y desde Biología tenemos pensado viajar a la capital para visitar museos de Arqueología Regional y Ciencias Naturales. Finalmente, con los productores pensamos proponer formas de ganadería sustentable, intercambiando saberes y soluciones reales a los problemas que se presenten.  

 


Equipo de trabajo:

Profesionales de la UNdeC: Lic. Rebeca Lobo Allende, Lic. Pablo Montilla, Lic. Marcelo Mario Miguel, Lic. Claudia  Fabiana Marano, Dra. Clara Olmedo, Dr. Iñaqui Zeberio, Lic. Claudio Revuelta.

Asesores externos: Lic. Luis Jacome, Lic. Vanesa Astore.

Estudiantes: Fabián Gordillo, Eric Bustamante, Samantha Tejada Reyes, Débora Palacio, Ricardo Herrera Val, Camila Alives, Laura Gonzales Herrera, Eliana Olivera, Antonella Díaz Casas, Emmanuel Sredzinski, Estefanía Mercado, Iván Pozo y Evelin Espinosa.

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